Fui creciendo y aprendiendo en la placidez de mi pequeño mundo, un mundo en el que no cabía nada que no fuera la ternura, al menos eso era lo que percibía en ese momento. Mis seres pequeñitos me acompañaban siempre, sus alas acariciaban mi piel, y me refrescaban en los momentos de más calor, otros con su ajetreado ir y venir ponían ante mí suculentos granos y preciosos frutos que alimentaban mi hambre y saciaban mi sed. El tiempo fue pasando y con él mi cuerpo se fue estilizando, mi estatura ya era considerable y podía alcanzar otros regalos que con amor me ofrecían mis amigos los árboles del bosque, me regalaban su cobijo y las más hermosas frutas que podáis imaginar.
Ese era mi mundo, ese es mi lugar.
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